Ya tenemos otro sello en el pasaporte, casi sin querer.
A 50 kilómetros de San Pedro de Atacama está la FRONTERA BOLIVIANA que cruzamos para empezar la aventura de tres dias en todoterreno cruzando desiertos, lagunas y el altiplato boliviano.
ENTRADA A BOLIVIA
Compartimos viaje con una familia noruega. Excelentes compañeros de asiento, habitación, mesa y todo lo demás. Los niños han sido un soplo de aire fresco. La excusa perfecta para cantar mientras tragábamos polvo y kilómetros en el camino hacia Uyuni y hacer torres con latas de refresco y cerveza después de las comidas.
COMPAÑEROS DE VIAJE
Nuestro conductor, Pedro, es el encargado de llevarnos a descubrir unos paisajes que no imaginábamos ni entraba en nuestros plantes descubrir.
El viaje a partir de aquí es más aventura y menos planeado, pista libre a las sorpresas.
ALTIPLANO BOLIVIANO
El primer día lo pasamos de laguna a laguna y tiro porque me toca.
No son lagunas cualquiera.
Laguna Blanca, Laguna Verde y Laguna Colorada. Los nombres no son caprichosos, no podían haberlos elegido mejor.
LAGUNA VERDE
Las fotos no captan la intensidad del verde, el brillo del agua ni nuestra emoción al descubrir colores impensables entre bocanada y bocanada de polvo pero intentan acercarse para que tengais que guiñar los ojos al pensar en lo fuerte que calienta el sol a 4300 m y en lo frio que es el viento.
La máxima altitud en ese día la alcanzamos a 4900 m, donde podemos oler, oir y ver de nuevo GEISERES con mucho menos sueño que en San Pedro.
Aunque el olor a azufre es más fuerte aquí, disfrutamos mucho haciendo fotos. Como ya os enseñamos humo y chorros de agua, aquí tenéis otra perspectiva de agua a altas temperaturas, minerales y, en fin, la tierra en ebullición respirando muy cerca de nuestros pies.
BLUP, BLUP, BLUP
AUSENCIA
Lo más sorprendente del día está por llegar, la LAGUNA COLORADA nos espera llena de flamencos y con el viento azotando el agua para que podamos apreciar su color, el color de las algas que los alimentan. Otro soplo de buena suerte que agradecemos a la piedra de los viajeros y al llamador de ángeles que nos acompañan desde el 31 de octubre.
Dormimos en la orilla de la laguna y antes de que oscurezca, alrededor de las 19,30 H, tenemos tiempo de hartarnos de fotografiar el rojo con el verde de los arbustos; el rojo con el azul del cielo; el rojo con el blanco de la cima de los volcanes y el rojo con el rosa de los flamencos; cientos, miles de flamencos.
Esa noche fue fría y como la friolera soy yo, dormí con calcetines, pantalones térmicos, pantalones de algodón, camiseta térmica, camiseta de manga corta, sudadera con capucha, buff para el cuello, buff para la cabeza y tres mantas. Como os podéis imaginar, creo que fui la que más caliente durmió en nuestro "alojamiento básico" hispano-noruego.
Por la mañana el viento está en calma y el color del agua ha desaparecido.
El desayuno está en la mesa y nos juntamos con el resto del grupo que viaja en otro todoterreno.
Buenos días Brasil, buenos días Alemania, buenos días Nueva Zelanda.
La agencia se ocupa de nuestra comida durante los tres días de viaje y apreciamos la sopa de quinoa, la pasta, el arroz, las verduras cocidas, la llama y el pan que saboreamos en comidas y cenas.
El segundo día los paisajes siguen siendo maravillosos.
Las LAGUNAS ALTIPLÁNICAS de hoy son de aguas transparentes.
REFLEJOS
Los kilómetros de desierto se amontonan y el horizonte de la sopa caliente se ve más lejos.
Al final del camino nos espera UYUNI.
Nuestro primer pueblo boliviano.
Nos sorprende. Nos dejamos sorprender.
Llegar sin haber visto ninguna foto de Lonely Planet nos gusta.
Estamos con la boca abierta, otra vez.
Las mujeres con los niños a la espalda envueltos en telas de colores, el mercado y el olor a comida asomando por cada puerta.
Nos parece estar en un documental de La 2 desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
El mayor atractivo de Uyuni es su SALAR.
Nada más y nada menos que 12000 km cuadrados de sal con 120 m de profundidad a 3650 m de altitud.
El mayor desierto de sal del mundo.
Mires a donde mires hay sal. Blanco. La perspectiva se pierde.
Después del Salar nos despedimos de los compañeros de viaje y volvemos a ser dos.
Vámonos a POTOSÍ.
Ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su arquitectura colonial es impresionante, la más llamativa que hemos visto.
Casas, palacios, iglesias y conventos con fachadas de colores y adornos imposibles de abarcar en una sola mirada.
Se dice que es la segunda ciudad más alta del mundo, 4067 m de altitud y los potosinos, cosa curiosa, quieren bajar puestos en esa lista para poder organizar eventos deportivos, muy poco recomendables a esta altura.
Nuestra llegada es a lo grande.
El presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, está en la plaza. Ha venido para celebrar el aniversario de la fundación de la ciudad.
Las calles están llenas de campesinos vestidos con su ropa tradicional e instrumentos musicales. Han venido a apoyar a Morales porque parece que los mineros potosinos no están por la labor.
Las bocinas son una constante en cada esquina, hay que buscar hueco entre puesto y puesto callejero para poner el pie en las aceras. Los colores son vivos. La gente está viva.
Volvemos a sentirnos cerca de todo, de lo auténtico, sin maquillaje.
Dominando el bullicioso centro de la ciudad nos encontramos con el CERRO RICO, 4800 m.
La montaña que nunca olvidaremos.
No hemos subido a su cima.
Hemos estado dentro.
El Cerro Rico es la montaña de plata, explotada desde el siglo XVI.
Hoy siguen trabajando en sus galerías más de 10000 mineros.
CERRO RICO, CERRO HERMOSO
La visitamos con Reynaldo, un ex-minero potosino de 30 años reconvertido en guía turístico.
La ropa, la lámpara y las botas nos dicen que no va a ser una visita "de museo".
MINEROS DE PACOTILLA
Entramos a la mina Rosario.
Recorremos las galerías haciéndonos a un lado cuando se oye una vagoneta o pasa un minero cargado con su saco de mineral.
Arrastrándonos para acceder a alguna escalera escondida que nos lleva a otro nivel, agachándonos para no chocar con un apuntalamiento.
Chapoteando en galerías inundadas.
Intentando respirar.
Mascando coca.
No tocando los tubos que llevan aire comprimido.
No tocando los cables que llevan electricidad.
No silbando, da mala suerte.
Haciendo ofrendas al
Tío- el dios de la mina- para que nos favorezca en nuestro viaje, aumente la producción de mineral para los mineros y traiga más turistas para Reynaldo.
EL TÍO
Dando regalos a los mineros- dinamita, alcohol, refrescos y hojas de coca-.
Oyendo a lo lejos una explosión.
Saliendo de una galería porque llega el polvo de una perforación.
Descubriendo estalactitas de cobre, vetas de arsénico, estaño y poca plata.
GRUPO K'AJCHAS- LOS MINEROS
Ahora la mina da más basura que mineral.
La esperanza de vida de los mineros es de 53 años.
La silicosis es la principal causa de muerte entre los trabajadores de la mina seguida de los accidentes por derrumbe.
Alrededor de 800 niños trabajan actualmente en la mina.
Hemos dicho niños.
Salimos con el corazón encogido, sobrecogidos, tristes.
Sin palabras.
Otra experiencia para cargar en la mochila.
Esta pesa mucho.