Sin reloj, sin horario, sin prisa y con sol.
Esta última semana ha sido el que ha marcado el ritmo y nos hemos dejado llevar.
Nos habíamos quedado en Humahuaca.
Desde allí viajamos el 21 de marzo a JUJUY sin más imprevistos que un control en busca de droga.
Son muy frecuentes en esa zona, cerca de la frontera con Bolivia.
Empieza el otoño y no hay hojas que caigan.
A los cuatro turistas del bus no nos registran pero el resto de pasajeros pasa un control muy estricto. Sólo requisan un paquete; entre tanta gente nos parece poco.
Y decimos tanta gente porque además de los que hemos tenido suerte y vamos sentados, el autobús va abarrotado. Sacar la cabeza por la ventanilla es un alivio.
San Salvador de Jujuy es la primera ciudad por la que pasamos sin pena ni gloria.
No tenemos tiempo más que para buscar alojamiento, comida y comprar billetes de autobús.
Caemos rendidos en nuestras literas. Hoy compartimos habitación con una holandesa y una argentina. Nos gusta dormir con chicas, entre otras cosas porque no suelen roncar.
A la mañana siguiente cogemos otro bus con destino SAN PEDRO DE ATACAMA.
Pasamos de nuevo a Chile por el Paso de Jama. El paisaje es fascinante.
Ocho horas atravesando Salinas Grandes, rodeados de volcanes y viendo llamas y vicuñas a los lados de la carretera. La aridez va ganando terreno y el verde desaparece.
Al llegar a San Pedro los colores que mandan son el azul y el "arena".
TAPIA ATACAMEÑA
Es un pueblo con encanto, de los que recomendar sin duda.
La primera noche dormimos en un Hostel "infumable". Lo peor de lo peor. Seis literas metidas a presión en un habitáculo minúsculo, baños indecentes y cucarachas en las mesas del patio.
Más vale que esa noche es corta y buscamos otro lugar en el que pasar las cuatro noches que nos quedan en San Pedro.
El Anexo de la Casa de Esteban es una casa tradicional atacameña de paja, madera y adobe con gallinas, hamacas en el jardin, niños y una única regla: vive y deja vivir. Es fácil sentirse cómodo aquí. De día el ir y venir de gente es constante, de noche dormimos como bebés, para qué queremos más.
En el pueblo hay muchos turistas, así que también hay muchas agencias que organizan excursiones a los alrededores, tiendas de artesanía, bares y restaurantes. Cada una de sus entradas merece una foto. La iglesia la merece, las terrazas de la plaza también.
Afortunadamente estamos en otoño y el sol no calienta tanto como hace un par de meses pero en todo caso cae implacable desde el amanecer.
Ahí queríamos llegar, al amanecer.
El 23 de marzo a las 4'30H de la mañana nos montamos en un microbús con otros 14 somnolientos turistas y vamos a ver los GEISERES DEL TATIO.
Es una zona geotérmica a 4300 m de altitud con mucha actividad de geiseres y fumarolas que a esa hora, por las bajas temperaturas, se aprecian muy bien.
Con un té caliente entre las manos esperamos el amanecer escuchando el burbujeo del agua al borde de la superficie.
El frío es intenso y dudamos de que funcione la cámara de fotos, pero todo va bien.
El panorama es espectacular, el frío nos hace acercarnos mucho a la boca de los geiseres y querer que nos envuelva el vapor.
Después de una hora esquivando chorros de agua hirviendo y turnándonos para sacar las manos de los bolsillos y hacer fotos, decidimos que es suficiente y volvemos al micro para seguir con la excursión.
El resto de la mañana la pasamos recorriendo los alrededores de San Pedro llenos de cactus, arena y pistas polvorientas hasta las 13'00 H, hora en la que caemos fulminados en la cama a echar una siesta temprana en nuestro refugio de adobe que no necesita aire acondicionado ni ventilador.
El día siguiente vamos al VALLE DE LA MUERTE, una zona entre la Cordillera de la Sal, Los Andes y la Cordillera Domeiko en la que la sal y la erosión han formado paisajes inimaginables.
La naturaleza ha necesitado millones de años para dar forma a este lugar, damos cada segundo por bien empleado.
Formaciones de sal, dunas y un horizonte lleno de volcanes lo convierten en un lugar especial.
Lo más divertido del día es la bajada de un par de dunas gigantes.
La primera la bajamos corriendo, la segunda mucho más despacio porque nos da pena llegar al final.
Vamos a buscar el atardecer al VALLE DE LA LUNA, donde los volcanes se tiñen de rosa y puedes perder la mirada en montículos que no encontramos mejor palabra para definirlos que "lunares".
Ahora viene la parte menos poética. La comunidad indígena que gestiona la entrada a este Parque (A estas alturas no pensariais que era gratis, ¿verdad?) nos despacha apenas se esconde el sol y nos quedamos con las ganas del espectáculo de colores del atardecer, con la miel en los labios. Nos unimos a la fila de turistas que baja por el sendero. Eso sí, somos los últimos, apurando el rosa que se vuelve violeta, girando la cabeza ahora que el sol ya no deslumbra para ver la cumbre nevada de los volcanes todavía iluminada.
De la luna ni hablamos, estos días está saliendo alrededor de medianoche y son apenas las 20'00 H cuando cambiamos las gafas de sol por la chaqueta y volvemos a la civilización.
Los días en Atacama son abrasadores y las noches frías.
Los paisajes de día ya los conocemos.
¿Cómo serán por la noche?
Vamos a descubrirlo de la mano de un astrónomo francés que organiza excursiones al desierto para ver las estrellas.
No se conforma con eso. Nos enseña a mirar el cielo.
El menú es formidable: estrellas fugaces, la Vía Láctea, el Cinturón de Orión, la Cruz del Sur, estrellas de colores, nebulosas, Saturno con sus anillos...no damos a basto para buscar galaxias a años luz en el cielo, los anillos de Saturno en el telescopio y no perdernos nada de las explicaciones que añadimos a una carpeta nueva para nosotros. La llamaremos "Astronomía" y esperamos no aficionarnos demasiado, que los telescopios son muy caros.
A la vuelta observaremos el cielo del hemisferio norte, otra cosa que queremos aprender.
Nos vamos cargados de experiencias nuevas de San Pedro; llenos y satisfechos.
El domingo 27 cruzamos una nueva frontera que no teníamos prevista, seguimos hacia el norte rumbo a Bolivia.
El Lago Titicaca nos llama y no nos queremos resistir.
Acompañadnos, que queda poco.